sábado, 20 de junio de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Una pareja enamorada. 
Veamos lo que va a ocurrir entre Gerard y Susan porque la relación entre ellos empieza.

                                 Susan poseía un largo de cabello de color oscuro de forma natural. Su piel era blanca como la leche, pero sus mejillas eran sonrosadas. Era imposible no admirar la belleza de sus facciones clásicas.
                                Varias veces más, Susan tuvo que encontrarse con Gerard. En concreto, se vieron en tres ocasiones.
                                 Y, en aquellas tres ocasiones, Gerard besó su mano.
                                 Susan estaba escandalizada. Pensaba que Gerard era un sinvergüenza. Creía que todos los hombres eran iguales al hombre que sedujo a su madre y la abandonó dejándola a ella en sus entrañas.
                                 Susan imaginaba que Gerard sabía quién era ella. Por ese motivo, estaba intentando seducirla.
                                 Cada vez que se veían, la forma en la que Susan le trataba rozaba la grosería. Se marchaba de su lado sin despedirse. Gerard tenía mucha paciencia con ella.
                                Estaba empezando a sentir algo muy fuerte por Susan. Podía estar enamorándose de ella. Se detuvo en aquel pensamiento. Estaba ya enamorado de ella. No sabía en qué momento había ocurrido. Pero se sentía el hombre más feliz del mundo cuando Susan le despreciaba. Cuando le miraba con cara de asco.
                                Una tarde, para sorpresa de Susan, la criada le informó que un joven caballero había ido a verla. No era ni más ni menos que Gerard.
                                 El joven besó la mano de Susan a modo de saludo.
                                 Era la hora del té. La joven tuvo que invitar a Gerard a tomar el té con ella.
                                 Tomaron el té en el salón, sentados en el sofá. Gerard echó unas gotitas de leche a su taza de té. Lo removió. Bebió un sorbo.
-¿Qué está haciendo aquí?-le preguntó casi increpándole Susan-Mi madre no está. Adivino lo que está pensando. Y permítame que le diga que está equivocado.
-Sólo he venido a verla-respondió Gerard con humildad.
-Piensa que soy una ramera. ¿No es eso?
                                  Susan bebió un sorbo de su taza de té.
                                 Le temblaba la mano.
-Nunca he pensado nada semejante de usted-le aseguró Gerard.
                                   Le estaba diciendo la verdad. Susan era para él más respetable que muchas de las damas que había conocido en Londres.
                                Sus intenciones hacia ella eran más que honorables. Deseaba cortejarla. Susan no tenía la culpa de sus orígenes. No tenía la culpa de ser la hija de un canalla que había decidido huir antes que ocuparse de ella.
                               A lo mejor, ha salido ganando sin conocer a su  padre, pensó Gerard. En ocasiones, deseaba no tener padre.
-Su madre ha hecho un buen trabajo con usted-añadió Gerard-La ha convertido en una joven prudente y sensata. Pero quiero que no me vea como alguien hostil a usted. ¡Estoy de su lado!
                               Susan no suavizó la mirada fría que le dirigió a Gerard. Aquel joven le hacía sentir cosas que nunca antes había sentido. ¡Por ese motivo, era tan peligroso! Le hacía desear tener algo que no podía tener.
-Sabe quién soy y me dice que soy una dama-le espetó Susan-¡No le creo! ¡Pienso que es un mentiroso! Le ruego que no me moleste más.
-Esperaré a que venga su madre y le pediré permiso para cortejarla, señorita-decidió Gerard.
                             El corazón de Susan comenzó a latir a gran velocidad. Pensó que aquel joven se había vuelto loco. Debía de irse cuanto antes de su casa. Apuró su taza de té.
                             Trató de obligar a Gerard a levantarse. El joven la miró con extrañeza. No entendía el porqué del comportamiento de Susan.
                              No...Sí lo entendía.
                              El problema era que Gerard era bastante más fuerte y más alto que Susan. No quería levantarse del sofá. No quería irse. Quería quedarse al lado de Susan.
                             En un momento dado, sin poderlo evitar, la joven perdió el equilibrio. Cayó encima de Gerard.
                             Movido por un impulso, el joven posó sus labios sobre los labios de Susan y logró robarle un beso cargado de ternura.

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