viernes, 10 de julio de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Hoy, seguimos viendo cómo avanza el cortejo de Gerard hacia Susan.
Veamos qué ocurre.

                          El anciano Jeremiah se interesó por Gerard.
                         Una tarde, el joven estaba redactando en el despacho, sentado ante el escritorio, una carta dirigida al abogado del anciano. Por lo visto, Jeremiah quería introducir algunos cambios en el testamento.
-¿Cómo te va con las escurridiza miss Doyle?-le preguntó a bocajarro a Gerard.
                         El joven dejó de escribir al momento. En un primer momento, pensó que había oído mal.
                         No podía apartar de su memoria el instante en el que besó a Susan por primera vez.
                         Ya no le cabía la menor duda. Susan y él estaban hechos el uno para el otro. Tan sólo necesitaba hacérselo saber.
-No hay nada entre miss Cole y yo, señor-respondió Gerard, turbado-Recién estoy conociéndola. No sé gran cosa de ella. Sé que es muy esquiva. Y creo entender el porqué de su comportamiento.
-Vivimos en una isla muy pequeña-le recordó Jeremiah-Los pocos vecinos que hay aquí nos conocemos entre todos. Sientes algo por esa joven. Lo noto en tu mirada.
-Hace  poco tiempo que la conozco.
-El amor toma su tiempo para hacer acto de presencia. Lo mismo puede ser un instante. Que unos años...
-Miss Cole  no quiere saber nada de mí, señor. Piensa que soy un canalla. Se le ha metido esa idea en la cabeza. Quizás...Tenga razón. No me conoce de nada. Su madre sufrió mucho por culpa de un hombre. Hay muchos canallas en mi familia. Yo no soy así. O eso pensaba. Me temo que no soy la clase de hombre que le convenga.
                          Después de todo, la había besado.
                          Jeremiah se echó a reír. Susan era una joven como cualquier otra. La veía más inteligente que cualquier otra joven.
                           Era prudente y virtuosa. Cualquier caballero estaría encantado de convertirla en su esposa. ¿Por qué  la gente la rechazaba? Era por sus orígenes.
                           Porque lady Kate Cole...
                           Se había arrojado a los brazos de un crápula que la había abandonado a su suerte.
                           El amor era ciego. Podía volver a la gente sensata loca. Lady Kate había pagado un precio demasiado elevado por haber confiado en un miserable. Entendía las reservas de Susan.
                            La gente había vuelto huraña a aquella encantadora joven. Le correspondía a Gerard sacarla de su aislamiento. Enamorarla. Hacerla feliz. Los dos merecían ser felices.
                            Gerard repasó la misiva que había escrito. Vio que no había cometido ningún error.
                           Siguió escribiendo. Tenía muy buena memoria. Podía recordar todo lo que le había dictado Jeremiah.
-Muchacho, ten mucha paciencia con miss Cole-le exhortó Jeremiah-Me da pena. Parece una criatura maravillosa. Merece toda la suerte del mundo. Merece tener a su lado a un hombre que la ame de verdad. Que la haga feliz. Tú podrías ser ese hombre. Pero piensa que es una señorita. La gente es malvada. Pero ella es decente. Puedes dar fe de ello, muchacho.
-Eso quiero-afirmó Gerard-Eso tengo. Miss Cole es especial, señor. Algo en mi corazón me lo dice.
                        Recordaba el beso que le había dado.
                        Debía de intentarlo. El esfuerzo valdría la pena. Lograría conquistar el corazón de aquella esquiva joven.

 

-Hazla sentir especial todos los días de tu vida.
                          Susan era consciente de que ella nunca tendría una puesta de largo en Londres. A veces, parecía que lo tenía asumido.
                           Kate, en el fondo, sabía que a Susan le dolía el no poder viajar a Londres.
                          Se sentía culpable. Algunas noches, oía llorar a su hija. Si entraba en su habitación a consolarla, Susan le aseguraba que estaba bien. Pero Kate sabía la verdad.
                          Susan estaba sufriendo por aquella situación. No era feliz.
                         También quería ser como las demás chicas de su edad. Deseaba poder disfrutar de su presentación en sociedad. Poder bailar en Almacks.
                           Poder encontrar un buen hombre con el que casarse.
                           De pronto, empezaron a llegar a la casa de las Doyle regalos. Montones de regalos... Tanto Susan como su madre estaban sorprendidas.
                       Le llegaron a la joven frasquitos que contenían agua de rosas. También empezaron a llegarle cartas llenas de palabras cargadas con mucho sentimiento. Cartas que Susan no creía pensar que fuesen escritas por alguien enamorado. Y lo mismo decía de los poemas que recibía todos los días.
                        La casa empezó a llenarse de flores porque Susan recibía ramos de flores casi a diario. Lirios...Rosas...Violetas...
                        Kate y Susan tomaron el té una tarde en el saloncito. Soplaba una fuerte ventisca fuera de casa.
                        Kate bebió un sorbo de su taza de té.
-Tu admirador es un joven muy romántico-opinó la mujer.
-Yo no tengo ningún admirador, madre-replicó Susan-No sé a quién te refieres. Ningún caballero decente se fijaría en mí.
-¿Y qué me dices de ese joven, el tal Gerard?
-¡Es un canalla!
-He oído hablar de él y parece un joven honrado.
                      No es honrado, pensó Susan con rabia. Será como el hombre que me engendró. Me usará y, después, me abandonará.
-No  puedes juzgar a todos los hombres por los actos de un miserable-añadió Kate con dulzura-Nadie ha dicho que no puedas casarte y fundar una familia. El mundo está lleno de hombres bondadosos.
                   Susan cogió una pasta que había en un platito lleno de pastas y le dio un meditabundo mordisco.
-No quiero que me pase lo mismo que te pasó-se sinceró-No quiero sufrir como tú has sufrido durante todos estos años por culpa de un malnacido.
-Te tengo a ti-le recordó Kate-El sufrimiento ha valido la pena, Susie.

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