viernes, 11 de septiembre de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Tras hacer ayer un pequeño parón, aquí os traigo un nuevo fragmento de Una pareja enamorada. 
Y aquí entramos en lo que sería el ecuador de la historia.
¡Espero que os esté gustando!
Veamos qué ocurre entre Gerard y Susan.

                                 Durante toda una semana, estuvo lloviendo. No se podía salir a la calle.
                                 Susan agradeció aquella semana de lluvia. No debía de ir a ningún sitio. Se pasó aquellos días leyendo libros en la pequeña biblioteca. O, al menos, intentando concentrarse en su lectura.
                                Se centró en bordar.
-Te tiembla el pulso-observó lady Kate una tarde.
                                Las dos estaban sentadas en el sofá del saloncito. Fuera, además de llover con furia, estaba soplando el viento con mucha fuerza.
                                Susan estaba bordando sus iniciales en una sábana. Lady Kate estaba tejiendo una manta.
                               La mano con la que Susan estaba sujetando la sábana temblaba de manera violenta.
-Puedes contarme lo que te ocurre-la invitó lady Kate-Soy tu madre. No creo que hayas cometido ninguna locura. Eres una joven muy prudente. Confío en ti, hijita.
-¡No me conoces!-se lamentó Susan.
-He sido yo la que te ha traído al mundo.
                               Susan estaba temblando de manera violenta. Recordaba una y otra vez su noche de amor vivida con Gerard.
-Yo...-balbuceó.
-Es por alguien en concreto-adivinó lady Kate.
-¡No!
-No me puedes mentir, cariño. He tenido tu edad. Y...He cometido errores.
                                 Lady Kate miró con preocupación a su única hija. Liarse con aquel canalla había sido un error.
                                 Pero Susan no había sido ningún error. Estaba lejos del mundo en el que había crecido. Y su hija era su compañera en aquel exilio forzoso. ¡Pero Susan tenía derecho a vivir!
                                Tenía derecho a divertirse. A ser feliz.
                              Lady Kate llegó a la conclusión de que Susan estaba cansada de vivir en Nag's Head.
                               No podía culparla. Susan estaba en edad de tener su puesta de largo.
                            La idea de enviarla a Londres pasó por su cabeza.
-¿Te gustaría ir a Londres, hijita?-le preguntó.
                              Susan pensó que había entendido mal la pregunta que acababa de hacerle su madre. La idea de viajar a Londres había pasado muchas veces por su cabeza. Pero, tras la experiencia tan amarga que vivió Cassandra en aquella ciudad, prefería quedarse allí. Luego, estaba el hecho de que no sería bien recibida. No poseía una dote elevada.
                            Era cierto que pertenecía a la aristocracia. Pero era una bastarda. Gerard ya se había dado el gusto con ella.
                              Era una ramera. ¡Una ramera no podía ser presentada en sociedad!
                          Entonces, Susan rompió a llorar de manera amarga.



                             

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