miércoles, 9 de septiembre de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Tras el pequeño descanso de ayer, aquí os traigo un nuevo fragmento de Una pareja enamorada. 
Este fragmento está centrado en lo que ocurre después de la primera noche de amor de Gerard y Susan.
¡Veamos qué les pasa a esta pareja de enamorados!

                                 Durante una semana, Susan no quiso ver a nadie. Se encerró en su habitación. Estaba furiosa consigo misma. Sentía el deseo de ponerse a gritar cada vez que recordaba lo que había hecho. Lo cierto era que Gerard no la había obligado a hacer nada en contra de su voluntad. Había sido ella la que se había entregado de forma voluntaria a él. Se había convertido en lo que más odiaba. ¡Se había convertido en la ramera de Gerard! Durante dieciocho años, Susan había odiado a los hombres. Pensaba que la desgracia de su madre empezó cuando conoció a aquel hombre.
                              Su padre...
                              Susan luchaba contra sus recuerdos. Se negó a abrirle la puerta su madre.
-Hija, llevas días encerrada ahí dentro-le decía lady Kate, al otro lado de la puerta.
-Quiero estar sola, madre-replicaba Susan, furiosa.
-Por favor, abre la puerta.
                              Lo malo fue que Gerard fue a visitarla. Iba hasta cuatro veces al día con la intención de hablar con Susan. Lo ocurrido entre ellos había sido la mejor experiencia que jamás había tenido. Sentía a Susan como una parte de él. Pero, al mismo tiempo, tenía la sensación de que una parte de él le pertenecía a Susan.
                             Recordaba cómo la había tenido entre sus brazos aquella noche tan dulce y apasionada a la vez.
                            No entendía el porqué Susan no quería verle. ¡No habían hecho nada malo!
-Quiero ver a lady Susan-le dijo a la criada.
                            La mujer puso toda clase de excusas. Primero, dijo que la joven Susan estaba enferma.
-No me importa-afirmó Gerard.
                             Hizo ademán de querer subir las escaleras. Pero la criada le retuvo.
                            Desde su habitación, Susan oía hablar a Gerard. Le odiaba por haber ido a buscarla.
-Necesito ver a lady Susan-insistió Gerard.
                            Le odio, pensó la joven furiosa. Le odio por haber puesto mi vida del revés.
                            Sólo una vez salió durante aquella semana. Fue a visitar la tumba de Lucien. Cassandra la acompañó. La joven encontró a su mejor amiga muy desmejorada.
                           Susan llevaba días sin probar bocado. Por suerte, la regla le bajó el mismo día en el que acudió al pequeño cementerio de la isla para visitar la tumba del pequeño Lucien. Tenía los ojos hinchados por haber pasado horas llorando. Llevaba días sin poder conciliar el sueño. Cassandra ahogó un grito cuando Susan salió de casa. Iba completamente vestida de negro. Incluso, se había cubierto la cara con un velo espeso de color negro. Parecía un fantasma.
-¿Van las cosas bien, Susie?-quiso saber Cassandra, mientras estaban arrodilladas ante la tumba de Lucien.
-No te puedo contar nada-contestó Susan.
-¡Ay, Dios mío! ¡No me digas que ha cometido una locura!
-¡No te puedo decir nada, Cassie!
                             Susan estaba al borde del llanto.



                              Gerard estaba desesperado. No entendía el porqué Susan no quería verle.
-¿Dónde está Susan, milady?-le preguntó Gerard a lady Kate una de las veces que fue a ver a su amada.
                            Lady Kate le recibió en el salón.
-Susan no quiere ver a nadie-respondió la mujer con tristeza.
-¡Yo necesito verla!-insistió Gerard, desesperado-¡No sé lo que he hecho que haya podido ofenderla! ¡Se lo juro! Pero...Quiero saber lo que hecho mal. Si he ofendido a Susan. Quiero que me perdone. ¡Deseo verla! ¿Por qué me evita?
-Ignoro lo que ha pasado entre mi hija y usted, mister Welles.
-¡Seguro que mis tíos han tenido algo que ver con su distanciamiento!
-No conozco a sus tíos.
                                Era verdad. Lord Ford y lady Ford no habían abordado aún a Susan. Los dos querían buscar el momento idóneo para hablar con la joven. Estaban convencidos de que era una arribista. Sin embargo, cuando vieron la casa donde vivían lady Kate y su hija ilegítima, se quedaron de piedra.
                                 La fachada de la casa estaba mejor conservada que la fachada de su casa. Vieron a lady Kate a lo lejos. La mujer vestía de manera sencilla.
                               Pero, al mismo tiempo, era la viva imagen de la dignidad y de la elegancia. Supieron que su hija era igual que ella.
                             Los vecinos no podían decir nada malo ni sobre lady Kate ni sobre Susan. El único defecto que tenía la chica era el ser bastarda.
                             Se la veía con frecuencia con la hija adoptiva del matrimonio Baker, Cassandra, que quería ser monja.
-No parece una ramera-le comentó lord Ford a su esposa mientras paseaban por la orilla del río Támesis-En realidad, es la madre la ramera. Es la hija de un conde. No entiendo cómo terminó protagonizando un escándalo tan vulgar.
-Tener un hijo fuera del matrimonio es indecente-afirmó lady Ford.
-Gerard no puede relacionarse con esa joven.
-¡Se ha rebelado contra nosotros! ¡Sus padres están indignados con él! Pero no podemos hacer nada. ¡Dependemos económicamente de ese ingrato! ¡Está loco!
                              Lord Ford echaba en falta tener a mano su botella de whisky. Hablar con su esposa le provocaba dolor de cabeza. La vizcondesa, en su juventud, había sido una mujer terriblemente ambiciosa. Pero se arrepentía de haberse casado con aquel inútil.
-Podemos buscarle una esposa-sugirió el vizconde.
                            Era una idea malísima. Gerard no tenía título que heredar.
                            Los vizcondes tenían dos hijos varones. Sus herederos serían ellos. Gerard no aspiraba a heredar nada.
                           No podían hacer nada con él. Intentarían hacerle entrar en razón.

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