sábado, 9 de enero de 2016

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Lo prometido es deuda.
Todos los días, y hasta que termine esta historia, pienso subir un fragmento.
Veamos cómo avanza la relación entre Susan y Gerard y también cómo avanza su relación con sus primas.

                              Gerard se sintió aliviado cuando vio que sus tíos estaban haciendo las maletas. Lord Ford apenas podía moverse. Y su mujer, además de hacer las maletas, se estaba quejando. Debían de reconocer que Gerard estaba en lo cierto. No podían hacer nada. Toda la familia dependía económicamente de él.
                         Lady Mary hizo un último intento por hablar con su sobrino. Pero fue inútil.
                         Gerard se mostró inflexible. O se casaba con Susan o su familia no iba a recibir ni un miserable penique de su sueldo.
                         Susan, a su vez, echaba de menos a Cassandra. Fue a visitar en varias ocasiones al matrimonio Baker. Y Cassandra no estaba allí.
                         Pisar aquella casa empezó a resultarle muy doloroso. Sabía que no iba a ver a su amiga.
                        Recordaba las veces que se había quedado allí a dormir. Recordaba las cartas que Cassandra le había escrito cuando estaba en Londres. Releyó aquellas cartas. Gracias a aquellas misivas, Susan se dio cuenta de que su amiga había cambiado. Se mostraba ilusionada cuando le hablaba de Kurt. Y, finalmente, llegó el dolor.
                      Cassandra estaba destrozada. Su amado había muerto de la manera más humillante de todas.
                      Había sido la única amiga que había tenido desde que era pequeña. Y, de pronto, aparecían en su vida sus desconocidas primas. Arianne, Gaelen y Danielle habían logrado algo que no había conseguido Cassandra. Despertar su interés en Londres. La experiencia de Cassandra en la capital había sido más bien trágica.
-Lo único que buscamos es tu bien-le aseguró lady Mary a su sobrino.
                     La mujer se encontraba en el recibidor.
                     Gerard no le dijo nada.
                    Por lo menos, su tío iba sobrio. Lo cuál le pareció hasta milagroso.
                    Se sintió aliviado cuando les vio dirigirse hacia el embarcadero. Le dolía mucho la cabeza. Sus tíos seguían siendo su familia. Pero habían intentado apoderarse de su vida.
                      Cerró la puerta y decidió encerrarse en el despacho. Trabajar un poco le ayudaría a olvidarse de ellos.
                       No paró de llover en los dos días que siguieron. Susan y sus primas pasaron esas dos tardes en el salón de casa.
                      La chimenea estaba encendida. Arianne se dedicó a contarle a Susan toda clase de historias.
-A tu madre se le daba bien escribir-recordó lady Kate.
-Escribe poemas-admitió Arianne-El problema es que mi padre piensa que escribir es una tontería.
-¿Tú también escribes?-quiso saber Susan.
-Me temo que no soy tan buena escritora como mi madre.
                      Susan ponía en duda tal afirmación. Arianne podía contar toda clase de historias. Lo mismo contaba una historia de tintes góticos. O contaba una historia que no tenía nada que envidiar a las novelas de Jane Austen.



-¿Os corteja alguien?-quiso saber Susan.
-No hay ningún caballero en nuestras vidas-contestó Gaelen-Pero antes...
-Yo estuve a punto de casarme-contó Arianne.
-El mismo caso que yo...-intervino Danielle-Pero me di cuenta de que no estaba enamorada de mi prometido. Parecía más mi padre que el hombre con el que quería pasar el resto de mi vida. Decidí romper el compromiso. Mis padres se enfurecieron.
                       Las gotas de lluvia golpeaban los cristales del ventanal del salón. Susan estaba sentada en el suelo. Seguía pensando en lo irreal que le parecía todo. El estar allí con sus primas hablando.
                      Poco a poco, las iba conociendo cada vez más. Le gustaba la madurez de Arianne. Le agradaba la alegría de Danielle.
                       Y le gustaba la timidez de Gaelen. Pero les daba pena.
                      Finalmente, dejó de llover.
                      Salieron a dar un paseo por la orilla del río Támesis.
-¿Te vas a casar con ese joven?-quiso saber Gaelen.
-Puede que sí-contestó Susan.
-Yo también pensé en casarme una vez. Era el hijo de un amigo de mi padre. ¡Y era el hombre más apuesto que jamás he visto! También era un hombre que no supo respetarme. Empezó a cortejarme. Pensé que estaba realmente enamorado de mí. Luego, me enteré de que tenía un amante. Y que había deshonrado a varias jóvenes debutantes. Fue doloroso saberlo.
-Lo siento mucho.
-Nuestro compromiso no era oficial cuando me enteré. Aún así...
                      El rostro de Gaelen reflejaba dolor.
                      Susan alzó la mano y acarició con ella el rostro de su prima.
                      Los hombres...
                      Sintió rabia. Otra vez volvía a sentir aquella rabia. Rabia hacia los hombres...
                      Por culpa de ellos, sus primas estaban destrozadas. Danielle no había sufrido por el desamor de su prometido. Había creído que estaba enamorada de él. Pero decidió romper el compromiso cuando se dio cuenta de que no era así. En cambio, Gaelen sí había estado realmente enamorada. Había amado realmente a aquel hombre. ¿Y Arianne?
-En mi caso, dejo algunos corazones rotos-se sinceró la joven-Mi prometido...
-Y otro joven más...-terminó Danielle, entre risas-Cuéntaselo.
                       Susan no podía sentir rabia hacia Gerard. Una tarde, fueron juntos al pequeño cementerio de la isla.
                       Hacía algún tiempo que Susan no visitaba la tumba de Lucien. Gerard se ofreció a acompañarla. Le notaba distinto. Sabía que sus tíos se habían ido. Parecía que todo el mundo se estaba marchando.
                        Le habrías caído bien a Gerard, pensó Susan con tristeza. Lucien nunca le conocería.
                        Las lágrimas comenzaron a caer sin control por las mejillas de la joven. Le parecía terrible el tener que ver así a Lucien. No...Sólo veía la lápida. No le veía a él.
                       Notó la mano de Gerard posándose con delicadeza en su hombro, en un intento de confortarla.
                        De darle consuelo.
                       Gerard retornó su costumbre de ir a visitarla. Susan le recibía en el jardín. Gerard no tenía prisa.
                       Susan se sentía cada vez más cómoda estando con él. Podía contarle todo lo que pensaba.
                      De la misma manera que le recibía muchas noches en su habitación.
                      Gerard la besaba con amor.
                      Llenaba cada centímetro de su piel con besos. Mordisqueaba con suavidad su carne.

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